Nazco. La primera sensación es una calidez
húmeda, el primer sonido es un zumbido en las membranas, en segundos soy
arrojado a la luz. El primer golpe es una advertencia que procuraré tomar en
cuenta.
Un fluido extraño entra por mi nariz y
rápidamente inunda mis entrañas, me agito, tengo miedo, no quiero ahogarme.
Inhalar, exhalar, inhalar, exhalar, siento las mejillas ardiendo, todo da
vueltas alrededor.
Una materia extraña y de aroma intenso se
adhiere a mis manos, ¿Qué será? Tierra le llaman, curioso que también sea el
nombre de un planeta entero, seguro no han derrochado esfuerzos en este asunto
particular. Tierra seca, caliente, puedo toser con tanto polvo que se levanta y
arremolina en torno mío.
Puedo degustar el sabor a sangre, mucosidad
interna, saliva, fluidos regurgitados desde mi estómago, algo espeso y amargo
que emana a través de la garganta y se desparrama en la mejilla, baja por el
cuello, hace que la piel quede pegajosa y con mal olor.
Crujen mis huesos, los dientes rechinan, el
temblor del cuerpo desnudo y vulnerable sólo puedo oírlo yo, pero todos se
darán cuenta. Viento norte, ráfagas violentas intermitentes arrastran las hojas
y hacen que aúllen los acantilados como bestias moribundas que despiertan de un
largo sueño.
¿Quién o qué me llama a la existencia? ¿Cómo
escaparé ahora del tiempo y de la decadencia de la carne? ¿En dónde está el
vínculo que une todas las cosas, si viviré en la ilusión persistente de la
individualidad? Éste no soy yo, pequeño cúmulo de energía condensada que juega
a tener alma, seré libre para negar el estado cuántico del gato en la caja y lo
mataré dos veces: no dejaré que me conviertas otra vez en una entretención para
tus días de pereza cósmica.
Amor unilateral, oraciones elevadas al cielo
de tus recuerdos, en todos los universos quieres quedarte observando como si
nada pasara. Ellos tenían razón en llamarte La Gran Decepción.
Abro mis ojos. Oh por Dios, tenías que ser
tú.
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